Cuentos de terror para Scorpius

Cuentos de terror para Scorpius

Scorpius no movía ni un músculo, ningún hueso, mucho menos se atrevía a respirar. Estaba tieso, tieso cómo una piedra. Ante sus ojos estaba lo anormal, lo increíble y lo creíble.

No. No era Dios en persona.

Tampoco McGonnagall en tanga.

Mucho menos Papá Noel.

Era… su padre en padre en pelotas.

Estaba horrorizado, escandalizado y otros sinónimos. Draco lo observaba con el ceño fruncido, queriendo saber qué le pasaba a su hijo. ¿Por qué de pronto estaba azul?

Scorpius salió corriendo, respirando agitadamente. Se detuvo después de estar lo suficientemente lejos del cuarto de lavado.

Abrió la boca para tomar aire.

Aún con el corazón palpitando a mil, él intentó calmarse; pero la imagen de Draco volvía, una y otra vez, recordándole sus pesadillas de pequeño —porque él ya no es pequeño, él ya tiene nueve años y eso ya era ser oficialmente un niño grande—, su padre era idéntico a su horror, sus pesadillas, su tormento.

Se deslizó recostado de la pared hasta quedar sentado en el piso y sujetó sus piernas, sintiendo la repentina necesidad de ser abrazado por su madre.

Mientras tanto, en el lavado, Draco miraba escéptico la dirección por la que su hijo se había dado “a la fuga”.

Astoria, quién parecía haberse despertado no hace mucho. Se acercó a Draco y le preguntó, somnolienta.

—¿Qué le hiciste?

—¡Nada! —se excusó—. No sé qué demonios les pasa a los niños de ésta generación ¡Están cada día más locos! —Astoria observaba a Draco y escuchaba poco atenta las tonterías que decía. Obviamente había pasado algo que él no entendió, ya que cada vez que algo parecido pasaba, Draco se ponía a despotricar a diestra y siniestra a la persona o cosa que él no logró entender.

Fue entonces cuándo Astoria se dio cuenta de que Draco estaba desnudo, sin siquiera una toalla. Alzó una ceja y, volviendo su mirada hacia otra dirección, ella analizó la situación.

Draco, por otra parte, tenía su propia teoría; teoría que no sería confirmada hasta que Astoria le contestase la pregunta que él le soltó de improviso.

—¿No serán esos cuentos de terror que le lees cada noche?

Casi al minuto, Astoria pareció darse cuenta de algo importante, algo muy importante. Draco quería saber qué era lo que Astoria había descubierto, ya que él siempre —siempre— tenía que estar informado. Pero Astoria no le dio respuesta, o al menos eso supuso él, ya que no consideraba una risotada prepotente y con unos tintes de ironía algo… informativo.

Cuando Draco abrió la boca para preguntar, Astoria le colocó un dedo en los labios, callándolo, diciéndole en silencio que no obtendría respuesta alguna, al menos no de ella.

Astoria seguía aún con su maldita sonrisa prepotente estampada en la cara; ésa sonrisa que hacía a Draco querer estrangularla —porque sólo ÉL podía sonreír de esa manera—.

Y ella hizo bien el no contarle nada; él también fue un poco inteligente al no preguntarle nada. Sí eran los cuentos de terror que ella le contaba a su hijo, pero estos cuentos eran increíblemente peculiares:

Eran historias épicas de un gran villano, que iba desnudo por la vida, luciendo una cabellera rubia, gruñendo a los inocentes, cortándoles el cuello a los impuros, sentenciando al que considerase un ser inferior. Casualmente, éste personaje tenía un enorme parecido a Draco.

Aunque en realidad no eran cuentos terroríficos con una trama concisa, más bien, eran un relato de la anatomía de Draco y ella le daba un aspecto fuera de lo común agregándole algunas cosillas inventadas o sacadas de novelas antiguas para darle interés a la historia.

Astoria aún recordaba cómo empezó todo aquello, un día que su hijo le pidió un cuento de horror diferente, que el protagonista no fuese héroe, que el protagonista fuese villano. Y además pidió que fuese un personaje fuera de lo común.

Como ella no tenía ni puñetera idea de cómo inventarse a un personaje que se adaptase a los gustos de su hijo, agarró la anatomía de Draco y así se creó el villano de los sueños —y pesadillas— de Scorpius.

¿El por qué iba desnudo su personaje? Quién sabe, consideró que eso le daría humor a su usual cuento sangriento, ése cuento que le narraba todas las noches a su hijo.

Tal vez fuese un poco morboso el asunto, pero Astoria lo encontraba divertido, muy divertido.

Y Astoria estaba en lo correcto, porque en la cena, el pequeño Scorpius le preguntó a Draco.

—Papá ¿Cómo venciste a la bestia castor estando en pelotas?

Tuvo que reprimir una risa —cosa que si hubiese hecho su risa se convertiría en carcajada— ante la perplejidad y confusión del pobre Draco.

Scorpius no movía ni un músculo, ningún hueso

Era… su padre en padre en pelotas.

Aún con el corazón palpitando a mil, él intentó calmarse

Astoria, quién parecía haberse despertado no hace mucho. Se acercó a Draco y le preguntó, somnolienta.

Obviamente había pasado algo que él no entendió, ya que cada vez que algo parecido pasaba, Draco se ponía a despotricar a diestra y siniestra a la persona o cosa que él no logró entender.

Fue entonces cuándo Astoria se dio cuenta de que Draco estaba desnudo, sin siquiera una toalla. Alzó una ceja y, volviendo su mirada hacia otra dirección, ella analizó la situación.

Casi al minuto, Astoria pareció darse cuenta de algo importante, algo muy importante. Draco quería saber qué era lo que Astoria había descubierto, ya que él siempre —siempre— tenía que estar informado. Pero Astoria no le dio respuesta, o al menos eso supuso él, ya que no consideraba una risotada prepotente y con unos tintes de ironía algo… informativo.

Cuando Draco abrió la boca para preguntar, Astoria le colocó un dedo en los labios, callándolo, diciéndole en silencio que no obtendría respuesta alguna, al menos no de ella.

Astoria seguía aún con su maldita sonrisa prepotente estampada en la cara; ésa sonrisa que hacía a Draco querer estrangularla

Eran historias épicas de un gran villano, que iba desnudo por la vida, luciendo una cabellera rubia

Aunque en realidad no eran cuentos terroríficos con una trama concisa, más bien, eran un relato de la anatomía de Draco y ella le daba un aspecto fuera de lo común agregándole algunas cosillas inventadas o sacadas de novelas antiguas para darle interés a la historia.

¿El por qué iba desnudo su personaje? Quién sabe, consideró que eso le daría humor a su usual cuento sangriento, ése cuento que le narraba todas las noches a su hijo.

—Papá ¿Cómo venciste a la bestia castor estando en pelotas?

Tuvo que reprimir una risa —cosa que si hubiese hecho su risa se convertiría en carcajada— ante la perplejidad y confusión del pobre Draco.

Obviamente había pasado algo que él no entendió, ya que cada vez que algo parecido pasaba, Draco se ponía a despotricar a diestra y siniestra a la persona o cosa que él no logró entender.

Aquí -y más adelante también- hay un problema con los tiempos verbales. Había pasado algo que él no había entendido... siempre se ponía a despotricar contra la persona que no lograba entender.