Daydream (yugioh)

"-Estoy listo - contestó Shaadi. Seguidamente se concentró en Yugi, mirándolo fijamente. Su Llave brillaba con una extraña e intensa luz.



Los dos espectadores sólo pudieron observar que los dos egipcios miraban fijamente al frente, con los ojos vacíos. Habían entrado.



Shaadi se encontró en el familiar pasillo que ya había recorrido en otras ocasiones. Avanzó buscando la puerta al corazón del pequeño Yugi, pero la encontró fuertemente condenada con tablas. Tampoco le extrañó demasiado; al fin y al cabo, su alma no se encontraba ahí en ese momento...

Se volvió hacia la puerta que llevaba al corazón del Faraón, la que realmente le interesaba. Estaba todo tan oscuro...



Se puso totalmente pálido. Lo que debía ser una puerta, no era más que una palpitante masa de carne en descomposición. Se ondulaba como si estuviera viva y se podían oír unas extrañas voces susurrantes. El Ojo de Horus que antes decorara su centro, era ahora un párpado cerrado. Se notaba movimiento bajo él, como los ojos de alguien que sueña.



Esa extraña escena le producía al mismo tiempo repugnancia y fascinación al egipcio, por lo que no pudo evitar acercarse para examinarla con más detalle.

Fue un error.

Su movimiento hizo que la puerta "despertara" levantando el párpado para revelar un terrorífico ojo, inyectado en sangre.

Shaadi intentó retirarse hacia atrás, pero cientos de manos surgieron de golpe de la palpitante carne, impidiendo que se alejara.
(...)
Shaadi luchaba contra las manos con todas sus fuerzas, pero era inútil. Desesperado, buscó ayuda en su último recurso, el vínculo con la conciencia de Ishizu.

Notó como se tensaba, como tiraba de él. Imposible, sin ceder un ápice, las manos comenzaron a tantear en busca de la nueva carnada; un nuevo premio...



Seto y Joey observaban atónitos la escena desde fuera: algo malo pasaba, algo verdaderamente malo.

Los dos egipcios se sacudían dentro de su respectivo círculo, gimiendo y sudando. Los jeroglifos protectores se habían iluminado y ahora brillaban con un fulgor rojizo, inundando la habitación de fantasmagóricas sombras. Pero lo más asombroso era que el Puzzle había empezado a vibrar rápidamente; emitía un sonido similar al de una campana y resplandecía también, envuelto en una luz verdosa.



Shaadi podía escuchar ahora también los gritos de Ishizu. ¡Iban a ser atrapados los dos!



Un resplandor en el abismo.



Una luz dorada, que titilaba y brillaba suavemente. Ascendía desde las profundidades como una centella, tomando forma humana a medida que subía. Shaadi miró asombrado al niño que se había materializado ante él. Un niño moreno de ojos violetas... Las manos se retiraban gimiendo de dolor a su paso... ¡¡le tenían miedo!!



-El verdadero mal reside aquí dentro, sacerdote, pero el problema viene de fuera. Ocúpate de buscarlo. Ya casi no queda tiempo...



Antes de que el asombrado egipcio acertara a preguntar algo, el niño tocó su frente con un sólo dedo. Shaadi, notó como si un brutal empujón catapultara, literalmente, su conciencia y la de Ishizu fuera del Puzzle.



Lo ultimo que vio fue al extraño niño, sonriendo tristemente y las manos, que se estiraban aullando rabiosas, buscando sus ya perdidas presas."

"Yugi vio alarmado cómo el muchacho daba la vuelta, dispuesto a marcharse por donde habían venido. ¿De verdad le iba a dejar solo?

-¡Espera, por favor, no te vayas! - gritó alcanzándole con una pequeña carrera y cogiéndole del brazo - No lo entiendes, yo sólo... ¡¡mmmmph!!





Yami, poniendo todo su cuerpo en tensión, había cogido al pequeño por el cuello, pegándolo contra sí y tapando su boca con una mano. Sin perder un segundo, lo arrastró casi brutalmente hacia un coche volcado que había a un lado de la calzada escondiéndose tras él.

Yugi, medio ahogado por su mano, que no le dejaba respirar bien, le lanzó una asustada mirada interrogativa. El muchazo, simplemente se llevó un dedo a los labios, pidiéndole silencio, y señaló cautelosamente en dirección contraria de donde habían llegado.





El pequeño echó un vistazo, escudado por el amasijo de hierros del coche, sin conseguir ver nada a causa de la espesa niebla. Pero el entrenado oído de Yami y su desarrollado sentido de la supervivencia no se habían equivocado; al momento comenzaron a aparecer unas renqueantes figuras, inidentificables para Yugi, pero conocidas para el joven.





Cuando se acercaron más, lo primero que pensó Yugi con un estremecimiento, es que sólo se podían describir como "aberraciones". Eran un grupo numeroso de criaturas de aspecto lejanamente humanoide; bípedos, con un "tronco" y una "cabeza", pero carentes de extremidades superiores. Su cuerpo estaba abotargado, del color de la carne muerta; y las excrecencias y extraños órganos que los desfiguraban les daba un aspecto abominable. Sus "caras", carecían de cualquier rasgo reconocible, sólo un orificio desigual que debía hacer las veces de boca, y que abrían y cerraban sin parar, emitiendo un chirrido agudo.





El torpe grupo se acercó a un contenedor destrozado, casi enfrente del coche que les servía de parapeto y empezaron a escarbar en los hediondos restos, en busca de comida, supuso.





Yami apretó el hombro de pequeño y le lanzó otra mirada, exigiéndole absoluto silencio. Tendrían que esperar a que las criaturas se marcharan.

Yugi, pese a estar pasando un miedo atroz, le hizo caso, intentando frenar sus incontenibles temblores y resignándose a aguardar.





Entre tanto, se había formado un pequeño revuelo en el grupo de las criaturas, a causa de alguna inmundicia que a ellos les pareciera apetitosa. Dos de ellos empezaron a pelear brutalmente, sacando a relucir unos horribles y serrados dientes de su asquerosa boca, mientras emitían unos desafinados chillidos de amenaza. Ninguna parecía dispuesta a ceder o compartir su deseado ágape, pese a estar literalmente destrozándose la una a la otra. En un momento de descuido, una de ellas se alejó unos pasos; y abriendo una antes invisible abertura de su pecho, vomitó sobre la otra una gran cantidad de un líquido similar al petróleo.

El monstruo alcanzado comenzó a aullar de dolor y a retorcerse convulsivamente mientras caía al suelo.

Los dos muchachos observaban espantados cómo daba estertores mientras se consumía parcialmente. El líquido debía ser alguna especie de ácido muy corrosivo.



La criatura ganadora y el resto del grupo, olvidándose de la causa inicial de la reyerta, se lanzaron ansiosamente para devorar al moribundo desgraciado, que aún se retorcía emitiendo lastimosos gemidos.





Yugi, al presenciar tan dantesca escena, se llevó las manos a la boca intentando retener una arcada de repugnancia; con tan mala suerte que golpeó una pieza medio suelta del coche, que cayó al suelo haciendo un fuerte ruido metálico y alertando a las criaturas.

Yami solo tuvo tiempo de lanzarle una horrorizada mirada antes de que una de las criaturas llegase a encaramarse en la parte superior de su improvisado escondite, con pasmosa agilidad pese a su engañosa torpeza anterior.





Con una rapidez que sólo da el miedo, Yami cogió la misma pieza que los había delatado y la estrelló con todas sus fuerzas en la cara de la criatura, derribándola momentáneamente.

Seguidamente, agarró a un paralizado Yugi y corrió desesperadamente, mientas el resto del grupo comenzaba una delirante persecución tras ellos.





El muchacho sabía que no los podría despistar corriendo si debía tirar también de su acompañante, mucho más lento. Así que girando bruscamente, se internó en un sucio y estrecho callejón, buscando protección en la espesa niebla, que ahora era su única salvación posible.

Tuvieron suerte, las descerebradas criaturas siguieron por la calle principal, mientras ellos cruzaban a toda prisa la calleja, intentando poner la mayor cantidad de tierra posible de por medio."