missit me dominus (devil may cry)

PROLOGO

Sevilla, España, 1501.

Aquella tarde, después de haber regresado de jugar con su hermano cerca del riachuelo, había encontrado a sus padres sentados frente a frente intercalando miradas de seriedad entre ellos, algo que lo desconcertó puesto que su padre jamas llegaba a esas horas de trabajar; a sus seis años de edad se podría decir que la vida de Vergil Sparda era de lo mas simple y pacifica, y por ello le gustaba. Se pasaba todas las tardes jugando con su gemelo menor, Dante, a ser caballeros mientras su madre, Eva, los miraba desde la ventana que conectaba la cocina con el patio y les sonreía, tan dulce como solo ella puede, para después llamarles indicando que la comida ya estaba lista y en la mesa. Mientras ellos comían miraban ansiosos la puerta esperando el regreso de su padre quien siempre les tenia una nueva historia que contar, poco se imaginaban que aquellos días pronto llegarían a su fin. 

- Pero es que no es posible - Hablo por fin su madre, dejando de contener la respiración mientras hacia un ademan con la mano para que se acercaran a escuchar - dime que no es verdad. - el hombre bajo la mirada derrotado. 

- Me gustaría mentirte, pero no puedo. Cuando escuche que habían decretado ya que los judíos necesitaban convertirse al catolicismo o irse para siempre de España no lo pensé mas y me vine para acá, nos dan un lapso de seis meses para tomar una decisión. 

Podía sentir como su madre intensificaba el agarre en el cual los tenia envueltos, no entendía mucho de lo que sus padres hablaban, pero si se veían preocupados, debía de ser algo importante: Dante fue el primero en abrir la boca y romper el silencio casi hermético en el cual se habían sumido los dos adultos. 

- ¿Vamos a mudarnos mami? - Eva los miro, a ambos, conteniendo las lagrima que amenazaban ya con salir - No llores mami

- No vamos a mudarnos cariño… - Su madre dejo la frase incompleta al escuchar insistentes golpes en la puerta; casi por acto de reflejo los tomo a ambos y se fueron al dormitorio. Los gemelos cada vez entendían menos lo que estaba ocurriendo. Mientras que en la sala, Sparda recibía a las visitas con todo el respeto que podía tener. 

- Lamentamos irrumpir así en su hogar, señor Sparda, pero nos han avisado de que en esta casa hay conductas anormales - Hablaba uno de los guardias que habían entrado mientras revisaba la estancia continuamente. 

- Le puedo jurar, mi señor, que en esta casa no hay nada de anormal - El líder de los guardias seguía sin mirarle. 

- ¿Tiene esposa, señor Sparda? ¿hijos?

Sparda asintió levemente sin dejar de lado la pose relajada; la puerta se abrió levemente dejando paso a la frágil figura de Eva quien, rápidamente, se posición al lado de su marido. El líder de los guardias hizo un ademan con la mano y en cuestión de segundos la pareja se encontraba esposada con grandes grilletes en manos y piernas que les impedían moverse.

- Lo siento señores, es trabajo, no es nada personal  - Sonrió el guardia con regocijo como quien ve completada una buena acción - llevadlos al palacio inquisidor

El horror se reflejaba en los ojos de ambos pero no hicieron amago alguno de gritar o suplicar, de hacerlo, los niños saldrían a ver, movidos por su curiosidad, y los guardias los verían y ambos sabían que, cuando se trataba de algo fuera de lo común, la Iglesia los condenaba a muerte. Después de que ambos fueran escoltados fuera de su casa, solo pudieron rogarle a Dios que tuviera misericordia de sus pequeños.