NECESITO BETA URGENTE!!!

Todo comienzo siempre trae esperanzas y nuevas metas que alcanzar; no fue así conmigo. Aunque mi vida comenzara de nuevo no podría librarme del montón de responsabilidades que caben en mi espalda…
Mi nombre es Isabella Swan, tengo dieciocho años recién cumplidos, vivo en un pequeño país llamado Volterra, ubicado en una península cerca de Italia. Mi vida es como vivir dentro de una caja de cristal, todas mis acciones son controladas por alguien más, seguida paso a paso por millones de ojos atentos a cualquier error que cometa.
Se preguntarán por qué... Ese es el precio que debe pagar alguien de la realeza; sí, soy una princesa próxima a su coronación.
Mi madre dice que alguien tiene que hacer esto y para mi mala suerte tenía que ser yo... pues vaya... es terrible no ser libre ni poder hacer nada de lo que siempre has querido, o ser normal, solo una niña común y corriente que va al colegio, tiene amigos, va a los bailes... Tiene Novio... Esas cosas están prohibidas para mí: en mi mundo solo existen bailes de etiqueta, entrenamientos y visitas diplomáticas.
En mi palacio (aunque cueste creerlo) vivimos mi papá, El Excelentísimo Rey Charly; mi madre, René; y yo. Maldije toda mi vida haber sido hija única, porque tendría que cargar con esta responsabilidad... ¡Menudo agobio!
En fin... con el paso de los años me fui haciendo a la idea que este era mi destino y que, algún día, tendría que lidiar con el reinado de este país. Es por eso que desde pequeña he tenido que tomar miles de clases de etiqueta, idiomas, etc., etc... Además de las materias que se pasan en la escuela común ¡¡es terrible!! Tengo una cabezota llena de conocimientos, los cuales no puedo compartir con nadie porque ni siquiera tengo amigos, menuda gracia, ¿no?
Mi vida apesta, aunque tiene sus ventajas, pero muy pocas veces logro divisarlas. Además de nosotros, tenemos una montonera de sirvientes y ayudantes en el palacio, la mucaba de mamá de toda la vida se llama Jessica, ella llegó muy joven a trabajar en el palacio y ahí fue donde conoció a su esposo. Ellos llevan casados muchos años, es por eso que me conocen desde que nací; mamá los quiere mucho, Jessica es su mejor amiga.
Además está mi propia mucama, que me fue asignada hace poco debido a mi pronta coronación, su nombre es Ángela, es una niña muy dulce y tierna, siempre está preocupada de todo lo que necesito y trata de agradarme en todo. Yo siempre intento que me trate de tú y que espero que seamos amigas (sería, por fin, la primera) pero a ella se le olvida y vuelve a tratarme como su jefa.
Ya solo faltan meses para que asuma la corona; mi papá, a pesar que no es para nada viejo, siempre dice que ya está muy cansado y que quiere empezar a disfrutar de su vejez con mamá; claro, digo yo: entonces me pasas la batuta a mí solo porque quieres empezar a divertirte... pues muy gracioso hombre. Y siempre me responde con una sonrisa. De todos modos ahora ya estoy tan preparada que trato de no hacerme problema con el asunto.
Todos los días miro y miro y vuelvo a mirar la corona de reina, un día, mientras la miraba:
—¿Señorita Isabella? —era Ángela—. ¿Puedo pasar?
—Sí, claro —me da risa cuando me trata con tanta formalidad—. ¿Qué te he dicho Ángela?
—Ay, sí, perdón... Bella... es que es costumbre —me dijo avergonzada, riendo nerviosamente.
—Sí, no hay problema. Dime, ¿qué necesitas?
—Su madre la llama, está en la biblioteca —le explicó la sirvienta.
—Ah, sí, dile que voy en seguida —a ver que locura se le habría ocurrido ahora, mamá es una persona tremendamente espontánea que piensa y actúa en el momento, cosa que es muy rara en una reina (papá siempre lo ha dicho) pero, además, esa característica fue la que más le atrajo a papá cuando se conocieron.
Caminé muy lentamente, pensando en qué se le habría ocurrido a mi madre; como siempre debía ser alguna burrada, pero antes de entrar a la biblioteca oí que mamá estaba discutiendo con papá, se oía muy alterada.
—¡¿Pero cómo crees que aceptaré algo así?! ¡¡Tú estás loco!! Jamás, ¡me opongo terminantemente! —gritaba mamá en un tono que sobrepasaba las diez octavas.
—Pero René, debes comprender que es lo mejor para Isabella, estoy seguro que ella me entenderá. Debo asegurar la estabilidad de este país —decía papá tratando de calmarla.
—A mí no me interesa la estabilidad de este país, solo me interesa el futuro de mi hija. Yo sabía que tendría que ser coronada joven, pero jamás accederé a lo demás, ¡me opongo!
—René, no lo hagas más difícil: la decisión está tomada.
Al escuchar estas palabras me comencé a asustar. ¿Qué sería lo que tenían planeado para mí?
Me armé de valor y entré en la habitación. Cuando pasé la puerta papá me miraba con cada de asustado y mamá estaba furiosa mirándolo. Me acerqué despacio a su lado y saludé a mis padres con la mano.
—Hola papá, mamá... ¿qué es lo que tienen que hablar conmigo? —pregunté con una voz muy baja, como si hablara conmigo misma.
—Hija, será mejor que te sientes, tenemos que hablar —explicó papá muy serio—. Bella, hija, debes prometer que no vas a gritar y tratarás de pensar como la persona razonable que eres —siguió, bueno mi mamá decía que yo tenía un razonamiento de una mujer de treinta años, así que no tenía porqué tener problema con eso.
—Ay, bueno... Sí, lo prometo, ya díganme que me están poniendo nerviosa —dije entrando en colapso.
—Hija... —comenzó a decir mi padre —cuando tú eras pequeña y se decidió que ibas a pasar a ser reina a la edad de dieciocho años pensamos en muchas cosas, a parte de tu próximo reinado...
—Ya... ¿y? —pregunté medio extrañada por la situación, ¿Qué más podrían haber pensado a parte de que tenía que reinar?
—Pensamos en tú educación, en los pro y los contra de tu Ascensión al trono, etc., pero hay un pequeño detalle que no te habíamos querido mencionar por miedo a que desertaras del trono.
—Ya... ¿y cual sería el insignificante detalle? —ya comenzaba a asustarme.
—Que al asumir el trono debemos efectuar... tu matrimonio.
Comencé a digerir la información y cuando mis neuronas se conectaron… abrí mis ojos como platos al entender de lo que se trataba.
—¿¡¡QUE!!? ¿¡Estás queriendo decir que para poder reinar debo casarme por conveniencia!? —chillé. [Ilógico decir que es una mujer MADURA y luego se ponga a chillar de ese modo]
—Algo así, pero, créeme, no será por conveniencia, solo será un matrimonio arreglado, algo así como una unión marital. [conveniencia y matrimonio arreglado viene a ser lo mismo, no hay diferencia]
Solté una risa nerviosa que en mi vida había usado. Mamá me miraba con una cara de entre compasión y rabia.
—No, papá, tú estás muy equivocado si piensas que yo me casaré con un desconocido —dije sin poder controlar demasiado la risa nerviosa—. Estás completamente loco. ¡Ni aunque mi vida dependiera de eso! No, no, NO.
Estaba completamente loco, ¿Cómo creía que me iba a casar con un completo extraño? Papá sí que se pasó con esta. Había escuchado cosas estúpidas, pero esto sobrepasó todos los límites. Me paré de la silla y comencé a caminar hacia la puerta; pero mi padre me detuvo antes de salir.
—Isabella Marie Swan, princesa de Volterra... Alto ahí —odiaba cuando me llamaba por mi nombre completo y encima le añadía los adjetivos que iban con él.
—Papá, no puedes esperar que acepte esta locura así de repente. No puedo casarme con un desconocido —sentencié.
—Ahí estás mal, Bella. Tú sí conoces al elegido para ser tu marido; él es un chico un año mayor que tú, es el príncipe del país vecino: jugaban juntos cuando eran niños.
—¿Qué? ¿Príncipe del país vecino? Pero papá, yo ni me acuerdo de él, además, ¿no se supone que los hijos del rey vecino se habían mudado del país para ir a estudiar al extranjero? —pregunté recordando ese detalle.
—Sí —afirmó mi padre muy convencido de lo que me decía—. Pero han vuelto hace pocas semanas ya que tu próximo marido también debe asumir el trono de su país, por consiguiente, al efectuar su enlace matrimonial pensamos en unir nuestras dos naciones para formar un solo país, el cual será mucho más fuerte que estando separados —Ah, claro... ¡¡ahora sí que a papá se le soltó un tornillo!!
No podía creer lo que papá me estaba diciendo. ¿Cómo podía ser que, además de asumir el trono, debiera casarme con un desconocido, compartir mi reinado y más encima, unir nuestras naciones? Esto era demasiado; lo único que pude hacer fue salir corriendo de la biblioteca, no tenía ganas de hablar con nadie.
Las lágrimas caían sobre mis mejillas de manera que no podía controlarlas, me tropecé con muchas cosas en mi camino, cayendo algunas veces (para ser princesa mi destreza era horrible y me había hecho pasar varias vergüenzas en el pasado).
Corrí lo que más pude hasta salir al jardín en dirección a una pérgola que estaba escondida entre medio de los árboles y jardines de palacio. Ya nadie se acordaba que estaba allí: era mi refugio, el lugar en donde podía estar sola y pensar.
Me metí, hecha un cohete, para caer como un saco en la banca. No podía dar crédito a lo que me decían. Las palabras de papá recorrían una y otra vez mi cabeza, ¿Cómo podía ser así y entregarme a un desconocido? Y si no pensaba en mi que pensara en su país, ¿Cómo íbamos a fusionar nuestra nación con otra?
Después de pensarlo como mil veces todavía no daba crédito a lo que había escuchado, yo sabía que algún día tendría que casarme, pero siempre había pensado en un matrimonio con la persona que YO escogiera y, lo más importante, que fuera por amor, no por una estúpida condición.
Se hizo de noche y escuchaba a los sirvientes de palacio buscarme en los jardines. Cuando empezaron a acercarse a mi refugio supe que debía partir, no quería que se enteraran del único lugar en el que podía estar sola y no me sentía como una muñeca de porcelana en la repisa.
Apuré el paso y me desvié por otro camino para que no supieran mi ubicación exacta. Cuando iba rodeando un gran árbol choqué con alguien de improviso.
—Prince... ¡auch! —gritó ese alguien y cayó al piso, soltando su linterna.
—Ay, perdón, no vi por donde iba —yo también había caido al suelo, menos mal que sobre hojas, así no dolió tanto.
—¡¡Princesa!! La he encontrado. Que bueno que está a salvo —dijo la voz que yo no podía reconocer.
Levanté la vista para ver de quien se trataba y efectivamente, era alguien que no conocía. Era un muchacho más o menos de mi misma edad, o tal vez menor, de tez moreno y su cabello y sus ojos eran de color negro; de mi estatura y de complexión normal.
—Ay, perdón por botarte, lo siento; pero dime: ¿Quién eres tú? —pregunté al no reconocer su cara.
—Mi nombre es Jacob majestad... Jacob Black, soy nuevo en el palacio, llegué hace poco —me explicó el muchacho haciendo una reverencia al decir su nombre.
—¡Oh! Jacob que gusto en conocerte, mi nombre es Bella y te pido por favor que no me llames majestad —reí ligeramente —me haces sentir incómoda.
—Está bien... Bella... pero dime, ¿Dónde estabas? Estaban todos preocupados por ti en palacio, nos mandaron a todos a buscarte —ay, por dios, dije ya mi papá pensaba que me perdí.
—No, claro... er... estaba por ahí, dando vueltas —dije un poco apenada—. En todo caso discúlpame por las molestias que les estoy haciendo pasar.
—No tienes nada de qué disculparte, princesa... —me aseguró él con una sonrisa—. Vamos a palacio, el rey está muy preocupado.
Nos fuimos caminando con Jacob, conversando de su vida, de dónde provenía y por qué había venido a este país. Él me contó que llegó a palacio hacía poco con su padre y que los habían llamado para servir ahí. El padre de Jacob era economista que venía a ayudar a los contadores y ejecutivos que trabajaban con papá. Jacob se hospedaría en una de las casas de huéspedes afincadas al palacio.
—Bueno, ya llegamos princesa, espero que esté a salvo —dijo el muchacho.
—Sí, muchas gracias Jacob, ha sido un agrado conocerte. Espero que nos veamos otro día para seguir charlando.
—Claro que sí, majestad.
—Ay, por favor, ¿qué te dije?... Solo Bella.
—Perdón... Bella. Bueno, me voy, tengo que acomodar mi nueva habitación. Nos vemos luego.
—Adiós Jacob —me pareció agradable, ojalá nos hiciéramos amigos.
Para cuando entré en palacio la casa era un caos. Papá se daba vueltas por todo el salón y mamá no paraba de llorar en los brazos de Jessica, sin duda ella era un gran apoyo para mi madre. Cuando me di cuenta de la hora era casi media noche, por eso papá y mamá estaban tan angustiados... había estado fuera casi todo el día.
—Papá, mamá... ya estoy en casa.
Papá giró bruscamente sobre sus pies y mamá levantó en un santiamén la cabeza. Los dos corrieron a abrazarme como si no me hubieran visto en un año o hubiera sido secuestrada.
Cuando todo el embrollo pasó y se dieron las explicaciones pertinentes me fui a mi habitación. Un momento después alguien tocó la puerta.
—¿Se puede? —dijo la voz inconfundible de mi madre.
—Claro mamá, pasa.
Mamá se sentó a los pies de mi cama y me miro:
—Hija, no quiero que te sientas presionada por lo que dijo tu padre. Siempre puedes desistir de la corona —me explicó—. No será el único país en el que ha pasado esto. Yo estoy a favor de lo que tú decidas, hija —mi mamá era la persona más maravillosa del mundo, mi mejor amiga. A ella podía decirle lo que fuera y siempre recibiría una sonrisa de regalo. Es la mejor.
—Mamá no te preocupes, ya veré lo que hago con este calvario que me impusieron...
—En unas semanas tendremos un baile en donde serán presentados tú y el príncipe heredero del otro país... dale un chance, conócelo mejor y, ¿Quién sabe? A lo mejor él esté en igual desagrado con esta idea. A lo mejor entre los dos pueden evitar este matrimonio, o a lo mejor... —mamá se tapó la boca con la mano para aguantarse la risa.
—¡Ay mamá! ¡¿Cómo crees!? No podría gustarme si ni siquiera lo conozco. Debe ser un niño todo engreído como muchos que conozco... y peor aún: es príncipe. Que terrible, será una completa pérdida de tiempo. Pero lo conoceré, a lo mejor podemos hacer lo que tú dices y logramos deshacernos de esta idea estúpida.
Mamá me dio un fuerte abrazo y las buenas noches.
Traté de no pensar en nada más para conciliar el sueño, lo cual fue imposible. Pero mamá me había dado una buena idea. No creo que el principito esté de acuerdo con la idea... si tiene sus cinco sentidos bien puestos eso sí. Que espero por mi bien que sea así. Trataré de aliarme con él en contra de esta estúpida idea...
De tanto pensar me bajó el sueño y no me di ni cuenta cuando ya estaba dormida.
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Era un sueño extraño, jamás lo había tenido.
Estaba sentada en mi pérgola, el sol brillaba afuera y hacía que el jardín de palacio se viera aún más verde de lo que era. Los árboles a mi alrededor bailaban con el viendo, yo estaba vestida con un hermoso vestido blanco que me llegaba a las rodicas y con una capa también color blanco.
Estaba sentada en mi banca cuando sentí una melodía que provenía del bosque. Traté de mirar para todos lados, pero no podía identificar de donde salía la música... era hermosa. Mis sentidos parecían bailar al ritmo de ella.
Salí de mi pérgola en busca de esa música, quería saber de donde venía, necesitaba saber quién la tocaba. Mientras buscaba y caminaba por el bosque la música se hacía más fuerte, parecía uqe estaba cerca. Mis pies bailaban solos al ritmo de la melodía, mi capa volaba con el viento, mi cabello emitía ondas en torno a las notas musicales... era un sueño hermoso.
Al irme adentrando cada vez más en el bosque la música se hacía más fuerte, cuando miré enfrente, en medio de unos árboles, se veía una luz muy intensa. Decidí ir hacia esa luz, ya que la música hermosa provenía de ahí.
Caminé o mejor dicho corrí hacia esa luz, ya estaba impaciente por saber de donde provenía. Cuando crucé los árboles, la luz me cegó... pero cuando puede recobrar la vista estaba en un claro, un perfecto claro soleado con un gran lago de respaldo el agua era cristalina, sus verdes prados hacían que mi alegría explotara de mi pecho. Pero ¿de donde provenía la música?
Al mirar por todos lados me fijé que en el medio del lago había una especie de isla. Cuando observé bien no podía dar crédito a lo que veía: era un piano. Sí, un piano, y ahí estaba sentado alguien que no podía ver quien era ya que estaba de espaldas.
Comencé a gritar, pero la voz no me salía. Muy enojada arrojé piedras al agua y seguía intentando gritar, pero nada pasaba. Cuando ya no podía más me metí en el agua como pude; me llegaba hasta las rodillas. Y seguí arrojando piedras, una de ellas dio en los pies del piano, haciendo que la persona que tocaba se diera cuenta de mi presencia y se girara para mirarme.
¡Sí, que felicidad! Podré saber quien es...
Se giró para mirarme y...

Ni te amamos ni te odiamos, eres una autora más con faltas de ortografía y que se salta las normas de FF.net, como tú hay a patadas por desgracia.