Los Malos Fics y sus Autores
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Luna de sangre (original)

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Mensaje por Yami_megami Vie 12 Jun 2009, 08:45

He de decir que no es la primera vez que escribo un relato original, pero si la primera vez que ve el mundo exterior. No me convence demasiado por eso siempre ando pidiendo que alguien me de alguna pista sobre cosas para modificar, mejorar o simplemente para saber si alguien opina algo sobre mi intento de escribir algo que no me recree a mi escribiendolo, sino que a quien lo lea también. De hecho también hice los capitulos más cortos porque siempre tengo la costumbre de hacerlos largos (unas 20 páginas de word con new times roman tamaño 10).
Bien, aqui dejo el primer capitulo aunque ya llevo tres escritos.
__________________________________________________________________________________________________________________

Capitulo uno: Crepúsuculo de pérdida.




En el norte, al llegar la primavera, cada dos años, las fiestas del pueblo eran consagradas con el nombre: luna de sangre. En honor a la diosa Shaskhmet, madre primigenia del universo y destructora del mismo, recibía las ofrendas en el gran templo la ciudad de Eoth así como las hijas que obsequiarían su vida al culto de la luna sangrienta. Y al este de Eoth se recibían los futuros sacerdotes de Bhaana; dios del sol, hermano y esposo de la diosa Shaskhmet. En la ciudad Erilis.
Fue una noche cálida en que la luna roja teñía las nubes de carmesí. La reina Akana se encontraba en el sur, dando a luz inesperadamente en su viaje de retorno tras haber tomado esposo por segunda vez en la ciudad de Banora. La caravana real se detuvo para prepararse a la llegada del heredero o heredera que en próximas horas llegaría bendecido por la luna de sangre. Un parto arduo, difícil e insufriblemente doloroso. Maná, la consejera real era la única quien asistía el parto pues era delito penado de muerte ver a la reina desnuda o simplemente verla en el parto. Con el paso de las horas una pequeña nació, aunque atípica al estereotipo de las gentes del norte, en Shin. Un cuerpo menudo, de piel oscura color miel. Sin más que una ligera pelusa coronando la pequeña cabeza de ojos prietos y llorosos que pronto terminaron por mojar aquel rostro e inundar el carruaje de berridos infantiles. Maná miró sonriendo a la pequeña mientras aseaba el resbaladizo cuerpo de la princesa heredera para entregarlo a la reina Akama quien acogió con brazos temblorosos a la primera y única hija que había dado a luz. Aquel diminuto ser se quedó en silencio reconociendo los brazos de su madre y abrió los ojos… Unos ojos verdes intenso, brillantes y de pupila ovalada al igual que los de un gato.


Duerme, mi niña,
Duerme tranquila,
Mientras tu madre te vela,
Nada puede asustarte,
Nada puede lastimarte.
Duerme, duerme, mi niña
Lejos, la cítara suena,
Bailando alegre, tranquila y serena.
Suena orgullosa, la alegre cítara
Aquí estoy todo el día
Cuidándote dichosa,
Mirándote tranquila.
Duerme, mi niña,
Duerme tranquila,
Tu madre te vela
Duerme, mi niña...




La reina y su esposo eran felices, Akama había escogido bien a su consorte pues en él había hallado un hombre fuerte y compasivo. Un hombre noble como un rey a la vez que humilde cual campesino. El nombre de su esposo iba de boca en boca por los pueblos. Yudrësul arriba, lo otro… Odiaba verse señalado por dedos desconocidos cuando paseaba con su hija, la pequeña la consideraba como tal pues era heredera del primer rey con su amada Akama. Aunque la princesa se negaba a llamarlo padre, papá o por su nombre. Es más, tan solo decía Maná o mamá con un año escaso que tenía. Aunque nada podía reprochar a la pequeña la cual correteaba entre los árboles de los jardines, si apenas decía Mamá y Maná que era parecido no podía pedir que la niña lo llamase por su nombre. Todo a su debido tiempo, aunque no se sentía demasiado apreciado por la pequeña sabía que era por lo enmadrada que estaba. Pasaba más tiempo con Akama que él mismo… Como era de esperar. Y no había podido intimar lo suficiente con su esposa, no le importó casarse con una viuda, no le importó que estuviese encinta lo único que quería era un poco más de tiempo con su esposa… Si se pudiera.
-¡NEKO, NO REVIENTES A LAS POBRES PALOMAS! -Chilló histéricamente corriendo tras la pequeña princesa. Su cabello era corto y de un color negro azulado. Vestía una túnica ligera propia de la época calurosa, y su piel estaba bronceada por el sol. Y corría endiabladamente deprisa, Yudrësul la persiguió corriendo pero al cavo de unas vueltas acabó más mareado que una sopa. Esa niña era sorprendente, si haría dos semanas apenas se sostenía en pie.- Espera, ¿Desde cuando puedes reventar cosas?
Neko frenó y se acercó dando grandes zancadas con una enorme sonrisa.
-¡No sepo! -Fue la respuesta recibida.- Solo hice chaaas y la palomita hizo BOOOM…
-Me acabas de aclarar la vida… -Fue el comentario sarcástico de Yudrësul, fue un accidente por lo que se tapó la boca casi al instante de percatarse del tono empleado.- Volvamos a palacio…
-¿Eso significa que no puedo hacer más BOOOM?
-Chica lista. -Dijo revolviéndole el cabello, lo cual no le hizo mucha gracia a la niña que empezó a peinarse con los dedos. En el Norte las niñas eran demasiado extrañas.
Al llegar al castillo Akama estaba en una audiencia privada, por lo que Maná estaba en la puerta de la gran sala sonriendo de un modo misterioso. Aquel cabello azul, sus ojos azules y su maquillaje de sombras y labios azules le enervaban al mismo tiempo que lo tranquilizaban.
Maná cuidó de la pequeña, revoltosa y no demasiado habladora se entretuvo con un cascabel mientras esperaba que saliese su esposa de la audiencia, una vez fuera fueron a los aposentos donde por fin disfrutaron de intimidad, pero solo para hablar. Akama pareció divertida ante magia de su hija, aparcaron el tema para disfrutar a solas de aquel momento.


Luna de sangre. Primavera.


Akama se encontraba de parto, en Eoth. Precisamente en el templo de la diosa Shaskhmet en donde todos se habían retirado para que la reina diese a luz en la más absoluta cladenstinidad. Fue un parto aún más doloroso, aún más largo y más arduo. Cuando por fin el pequeño ser que había habitado su matriz durante nueve meses y seis días, como si hubiese esperado para ese preciso día, vio el resplandor carmesí de la luna que penetraba por la bóveda de cristal, Akama cayó inconsciente. Cansada, demasiado débil para siquiera sostener a su hijo o hija. Y fue así, como una de las sacerdotisas del templo se acercó con titubeantes pasos hacía la silenciosa criatura. En su pecho aferraba algo envuelto en mantas con el rostro inundado de lágrimas, cambió a los bebés y corrió.
Lejanamente, en la ciudad de Banora tras varios días de viaje la sacerdotisa acunaba en sus brazos la hija de Akama quien no había abierto los ojos ni llorado una sola vez desde que salió del templo. Debía buscar a alguien rápido, alguien que necesitase un bebé. No le importó si su pequeña vivía como una princesa, no viviría una vida agonizante de cabeza agachada como su madre quien si se descubría que había violado su voto de castidad moriría.
Todas las jóvenes novicias eran enviadas de misiones para enriquecer la cultura adquirida en los templos, las enviaban en búsquedas de fe por todo el mundo y cuando volvían eran consagradas oficialmente como sacerdotisas. Pero, a ella no le tocó un lugar fácil. Una vez llegó al oeste comenzó a indagar en ayuda de quien la precisara hasta que un día en los barrios más desamparados un grupo de individuos la violó y quedó encinta. Pensó en abortar pero nadie quiso practicárselo al ver la marca de la diosa en su frente, entontes fue cuando acudió la idea de tenerlo y darlo a alguien. Pero conforme su embarazo se hacía más notable pensaba en el futuro de su vástago al que amaba. Merecía una vida mejor que la suya, y cuando recibió la noticia de que la reina estaba en su misma situación pensó en dar el cambiazo. Su alegría creció al saber que se hallaría en la noche de la luna de sangre en la ciudad de Eoth, y cuando se puso de parto inmediatamente provocó el suyo con brebajes prohibidos.
Observó por la ventana del carruaje como llegaban hacía el mercado, donde vendería a la niña de la reina…
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Mensaje por Skandar Lun 15 Jun 2009, 13:01

Hola,

Bien, la verdad es que no cometes muchos fallos técnicos, salvo escribir una frase en mayúscula para gritar, lo cuale s antiestético. Tu narración es fluida.

En cuanto a la historia, es pronto para determinar la trama. La niña ¿va a tener un papael importante? Es decir, ¿va a ser la líder en alguna guerra o algo por ele stilo? Es decir, por no caer en clichés, me refiero a si va a ser la típica libertadora de turno, o por el contrario conocerá a un chico con el que casarse.

En cuanto al resto de personajes, la verdad es que están bien elaborados. La escena de la consejera en el parto, evitando que nadie más lo viese me ha parecido acertado, muy acorde a la época medieval.
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Mensaje por Yami_megami Miér 17 Jun 2009, 18:28

Es una fea costumbre, lo sé... Creo que la adquirí cuando roleaba en algún lugar como generalmente colocarlo en mayusculas en los roles es gritar, tomé el vicio de trasladarlo a mis escritos. Y ni libertadora ni enamorada, lo más probable es que siendo yo quien lo escribe acabe matando a todo el mundo XDDD

_________________________________________________________

Luna de sangre
Capitulo dos:
El barco de piratas.




Pasaron los años con quietud en el castillo de la reina Akama, su hija pequeña Noa acaba de cumplir los cinco años y por lo tanto su entrenamiento daba comienzo en el patio de armas del castillo. Maná observaba a la pequeña Noa, con su cabello casi plateado y los ojos azules muy impropios de Norte. Observaba sus movimientos nada torpes con el maniquí de madera situado en una esquina del patio, intentaba ver el parecido desde que nació con alguno de los padres. Pero mientras que Neko era la viva imagen del Rey Aster, Noa guardaba cierto parecido también con su piel bronceada aunque más clara y esos rasgos duros propios de las gentes del oeste.
Akama se acercó sonriente, miraba hacía el cielo con sus ojos esmeralda las perezosas nubes que flotaban etéreas en el celeste cielo. Con los años, no precisaban apenas de las palabras para comunicarse pero ninguna hizo gesto alguno. Maná recogió las mangas de su holgada túnica celeste y se acomodó su melena azul marino brillante, apartando los rizados mechones que caían sobre su rostro extrañamente joven. La pequeña heredera se acercó vistiendo su túnica corta de verano color blanco de seda, su melena negra como la noche relucía al sol emitiendo ligeros destellos azulados. Sin demasiada ceremonia la pequeña se recogió el cabello en una coleta alta mientras caminaba hacía el maniquí mecánico para avanzados. En nada era ya como la pequeña que se recostaba en las faldas de Maná o su madre, era completamente independiente y apenas mediaban sus palabras con otros que no fueran los de la familia. Como era de esperar, la etapa de ir siempre pegada a una de las mujeres que se hallaban en su círculo más íntimo había finalizado antes de lo que la reina había previsto.
Maná solía decir que la princesa heredera era como un gato, si quería caricias venía pero cuidado de intentar acariciarla sin que le apeteciera. Ambas se miraron con una enfrascada sonrisa que retuvieron en sus labios unos segundos antes de oír a Noa gritar. La pequeña corrió a los brazos de su madre llorando, había intentado entrenar con el maniquí mecánico junto al de su hermana y este le había propinado un golpe en el brazo. Neko se acercó con calma apartando el flequillo de sus ojos verdes, resplandecían de un modo afable y ligeramente comprensivo, tomó a su hermana y comenzó a enseñarle golpes defensivos para desviar el mecanismo de ataque del maniquí.
-¿No te da la sensación de que…? –Comenzó a decir Maná sin mirar a Akama, la reina miró a un lado con gesto meditativo.
-No saques el tema, ya bien sé lo que quieres decir. –Respondió llevándose la mano derecha a la cabeza apartando su ondulado cabello caoba de su hermoso rostro pálido a la vez que suave y amable.- Ni yo, ni mi esposo queremos hablar de ello. Debe de ser un designio de la diosa.
-Te hablo como amiga, Akama. No como consejera. –Fueron las únicas palabras de Maná.
-Te hablo como reina al decirte que no deseo que el tema vuelva a surgir. –Sentenció Akama.
-Sus deseos son órdenes, mi soberana. –Maná se arrodilló y besó su mano en un acto de servidumbre aunque sus ojos se encaraban directamente a las esmeraldas alteradas que miraron pavorosamente la primera inclinación por parte de Maná desde que la conocía, y aquello no le auguró un simple acto de sumisión sino un acto de contención. El enigma permanente de Maná con sus túnicas celestes, sus ojos y cabello azules. Su sonrisa que nada desvelaba y sus juegos de palabras desconcertantes.




La mañana se iba deshaciendo con la entrada del medio día y su riguroso calor. El mar soplaba fresco en la embarcación mientras Eric silbaba alegremente en el puesto del vigía afilando uno de sus cuchillos. Llevaban toda la mañana navegando por el mar de la zona sureste de la península del país de Ghidrin en busca de mercaderes a quienes asaltar, pero como todo estaba tan tranquilo Jacob y los muchachos estaban pescando con las redes por estribor. Alex el hijo del capitán andaba de un lado a otro seguido por su hermana pequeña quien no hablaba demasiado aunque todos decían que era preciosa. Su cabello rizado era rojo como el más brillante de los rubíes y su tez era pálida como la de los nobles pese a pasar todo el día al sol. Sus ojos eran grandes y brillantes de un color más oscuro que su cabello. Sus pestañas negras y largas rodeaban sus ojos dándoles una profundidad límpida que hacía conjunto con su redondeado rostro de mejillas sonrosadas.
Alex en cambio era completamente distinto, su rostro era varonil o al menos terminaría siéndolo cuando creciese y sus ojos eran ligeramente rasgados con el color del mar nocturno salpicado por los rayos de luna, piel ligeramente bronceada por el sol y cabellos largos, negros, recogidos en una coleta de caballo bajo una bandana de tela. Diez años tenía el muchacho doblando la edad de su hermana.
Eric miró de refilón desde su puesto en lo alto de la torre, no divisaba tierra por ninguna parte lo que significaría que esa noche posiblemente dormirían en sus camarotes. Resopló aburrido apartando de la cara un mechón castaño de sus ojos pardos. Se maldijo por no saber leer, Arlen la mujer del capitán le había dado un libro antes de zarpar para que su tarea fuera menos aburrida, pero sin embargo miraba la cubierta de aquel ajado libro preguntándose que maravillas debía relatar si saber que se trataba de un simple libro de cocina. Cuando ¡Por fin! Un barco mercantil se dignó a pasar incauto por popa, dio el grito de señal casi loco de alegría mientras bajaba por la red hacía un espacio grande, un maldito dedal le parecería inmenso comparado con ese minúsculo medio metro redondo. Ser el vigía era un asco. Tenía once años y desde que tenía uso de razón ese puesto había sido el suyo.
Jacob dio las órdenes, los pequeños deberían guarecerse en la despensa mientras los mayores se hacían con el botín. Y como siempre la tarea de recoger a los valientes que se escondían para no ir a la despensa era para Eric quien estaba deseando llegar allí para dar un buen trago de whisky. La pequeña pelirroja saltó a su cuello en cuanto Jacob le dio la orden, Alex le miró a ceño fruncido mientras su hermana casi lo estrangulaba con un exagerado abrazo. ¿Sería algún tipo de conjuro del día? Pareciese que la pequeña era más amable de lo normal cuando apenas se despegaba de Jacob o Alex y miraba a los demás, bueno a él en concreto, con cara de asco. ¡Que complicadas eran las mujeres!
Una vez en la despensa sacó la botella de licor de entre unos estantes y se sentó apartado en una esquina para darle a la bebida todo el cariño que necesitaba por su parte. El hijo del capitán no lo aprobaba, pero le importaba un santísimo comino porqué él no tenía que pasarse día en medio metro a doce metros de altura más solo que un perro sin amo.
-Tenía una cabra, una cabra yo tenía… -Canturreó Eric moviendo las manos al son de su canción.-
-¿Ya estás borracho? –Se burló Alex jugando con su baraja trucada. Eric no respondió, estaba pensando en algo para él. Eric el huérfano, su madre murió por fiebres del este y su padre falleció unos dos años después víctima de un atraco mientras ayudaba a una anciana a entrar la compra. Su vida antes había sido próspera, su padre era agricultor y vendía sus productos agrícolas en el barrió de Shakti en Banora. Se quedó con su abuela unos meses, pero por azar del destino también la palmó. Es que era bastante vieja, tenía casi noventa años pero bailaba la danza del vientre como si tuviese dieciséis aunque no era un espectáculo demasiado agradable. Luego cuando se quedó solo del todo, Jacob le dio un trabajo y así se pagaba la comida. Al menos no era una vida del todo ruin, no mataban a nadie solo los desplumaban pero les dejaban toda una vida por delante para recuperarse y poder asaltarles nuevamente si los veían.
Eric rió por debajo de la nariz frotándose las manos solo por pensar en la cantidad de dinero que sacaría cuando pudiese estar en cubierta saqueando con los demás, todos se llevaban un buen pellizco.
-Parece que no hay más ruido, me asomaré a mirar. –Dijo Alex subiendo la escalinata de madera para abrir la pesada puerta de madera que cerraba la despensa. Su padre estaba sentado sobre una caja bebiendo cerveza con una sonrisa de oreja a oreja en su curtido rostro repleto de cicatrices.
-¡Salid, salid bribones míos! –Rió abriendo sus enormes brazos para abarcar a sus queridos hijos.- ¿Habéis pasado miedo?
-Yani ya está acostumbrada. –Dijo la pequeña sonriendo, su padre la levantó por encima de su cabeza riendo grotescamente. El cabello largo de su hermana hacía cosquillas a su padre quien la lanzaba al aire alegremente.- Un día asaltaré barcos como papá.
Jacob dejó a su pequeña en el suelo con gesto sorprendido.
-¡Me opongo! –Cogió la cerveza y dio un furioso trago que resbaló por su barba goteando sobre su enorme panza.- Quiero que seas una damita distinguida, te cases y me des muchos nietos pelirrojos.
-¡Yani quiere ser pirata! –La niña puso los brazos en jarras inflando las mejillas, estaba preparando un berrinche.- ¡Joer!
-¿Qué te dije de las palabrotas? Esa boca es demasiado pequeñita para palabras tan grandes.
-Tú siempre las dices…
-Pero yo soy grande…
-Planetario. –Se burló Alex cogiendo a su hermana en brazos.- Solo hay que ver ese pedazo de barrigón cervecero.
-¡Pequeño truhán! –Se levantó para correr tras su hijo quien se había ganado un buen collejón.




Los años pasaban volando en el palacio, Neko acababa de cumplir sus buenos catorce años. Ya había dejado en ridículo a la mitad de la guardia del castillo con sus diestros movimientos, por no hablar de que Maná había comenzado a instruirla en el campo de la magia y la alquimia, esta última era la que más odiaba la heredera. La magia le gustaba aunque su instructora fuese tan flexible como una piedra, francamente era duro. Sabía dominar la magia de la tierra a la perfección, también dominaba la invocación de seres pequeños y no le se daba del todo mal la adivinación. Los elementos inestables como el aire, el fuego y el agua le daban problemas. De hecho Maná le prohibió rotundamente volver a hacer magia de fuego cuando incendió su querido laboratorio intentando dominar una pequeña chispa que se convirtió en una llamarada de unos dos metros que acabó con pócimas, cuadros, mobiliario y recetas anotadas.
Las princesas se hallaban en la biblioteca leyendo, a su corta edad ya eran altas y exuberantes como cualquier mujer bien formada aunque añadían bastante más volumen en el pecho que algunas de esas mujeres. Su aspecto llamaba la atención, con esas pieles tan morenas y esos rasgos tan duros a la par que suaves, tan amenazantes e intrigantes pero que a su vez eran tranquilos, amables e inofensivos. La intriga rodeaba a las princesas que conforme el paso del tiempo iban adquiriendo un cuerpo cada vez más voluptuoso. Noa dominaba la magia del cambio fisico, era capaz de modificar sus rasgos, color de pelo, altura, masa muscular, densidad corporal. Lo hacía casi tan bien como su hermana mayor.
Yudrësul miró a hurtadillas a sus pequeñas, le gustaba llamarlas así aunque sabía que se aproximaba el día en que le darían una bofetada por emplear “sus” y “pequeñas”. Ambas hermanas alzaron la vista simultáneamente para mirar a su padre, ninguna hizo otro gesto y volvieron a su lectura.
-No me ignoréis… -Se quejó el joven padre, casi tenía veintinueve años.- vuestra madre os dice que bajéis.
Ambas rieron estruendosamente dándose empujones para adelantar a la otra, corriendo por las escaleras y los pasillos en busca de la sala del trono en donde Akama pasaba gran parte del tiempo atendiendo sus asuntos de estado que un día serían de las hermanas. Corrieron las cortinas que rodeaban el trono de cedro mirando a su madre quien se disponía a quitarse la corona suspirando de cansancio.
Akama habló, con suavidad, con sutileza. Su manera de hablar siempre resultó muy diplomática, por ello debía escoger las mejores palabras para dar la noticia del primer viaje en solitario de sus hijas. Pero ello no sería hasta cuatro años más tarde, también seria la primera vez que saliese de las regiones que rodeasen Eoth por lo que también sentía cierto miedo aunque su hija era endiabladamente independiente además de fuerte, no tenía excusas para retrasar mucho más tiempo aquel viaje. Solo podría retrasarlo hasta su ceremonia del guardián. Como era nacida en luna de sangre debía ejecutarse el ritual por las mismas fechas, entonces alguno de los doce guardianes otorgaría una protección extra a su pequeña.
-Noa, puedes retirarte. –Anunció diplomáticamente Akama mirando a su hija pequeña quien pateó una piedrecilla marchándose a largas zancadas.
-¿A que debo el honor del poder paladear a solas tu grata compañía, madre? –Preguntó con un tono más bien sarcástico Neko mirándose las uñas.
-No seas maleducada. –Corrigió Akama.- Te quedan cuatro años más para tu viaje, deberías ir haciendo planes.
-No es algo que vaya con mi humilde persona. –Se burló de nuevo.- No. En serio, solo cogeré algo de ropa y dinero.
-Pero…
-¿Es mi viaje, no? Entonces decido yo como será.
-Pero…
Neko se fue, dejándola como de costumbre con la palabra en la boca. Akama se llevó las manos a las sienes para masajearlas en busca de algún tipo de inspiración divina. Que la ayudase a lidiar con la recién adquirida rebeldía de su hija mayor, ¿Qué había hecho mal?


Última edición por Yami_megami el Miér 17 Jun 2009, 18:38, editado 1 vez
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Mensaje por Skandar Miér 17 Jun 2009, 18:34

Bueno, respecto a este fragmento, decir que los grandes bloques de texto resultan un poco engorrosos. Intenta separar párrafos dejando un espacio entre cada uno.

En cuanto a la historia y los personajes, decir que lo veo muy adecuado, entrenando a la heredera y todo. Pero no estaría de más que intentases crear una especie de trama palaciega. Me explico, de siempre las mujeres han tenido la desdicha de no poder subir al trono, salvo casos contados, como Isabel la Católica, la reina Victoria o Isabel II. Con esto quiero decir que no estaría mal que incluyeses una subtrama en la que un grupo de conspiradores quieren a un hombre en el trono.

Obviamente es tu fic y ya tendrás una idea, pero piénsalo.
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Mensaje por Yami_megami Miér 17 Jun 2009, 18:43

De hecho tengo dos capitulos más escritos XD cuando empiezo me puedo pasar la noche entera escribiendo y reescribiendo los mismo.
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Mensaje por Yami_megami Miér 17 Jun 2009, 18:56

Luna de sangre
Capitulo tres
: La vida del truhán.



Otra mañana comenzaba con la rutina de siempre, Arlen era una mujer madrugadora lo cual conllevaba levantarse prácticamente con los primeros rayos del sol. Una mujer rechoncha de cabellos castaños recogidos en una larga trenza que a veces solía enroscar para hacerse un moño. Era muy bajita y pechugona pero a falta de altura tenía un carácter muy duro.
La pequeña de la casa se levantó el día de su décimo sexto aniversario llevando una camisola de su hermano Alex que le estaba grande. Caminaba tapándose la boca en un bostezo matutino, su cabello estaba alborotado pues se movía mucho al dormir desde siempre. Saludó a su madre besando su frente amorosamente para curiosear por la mesa que habría esa mañana para desayunar. Arenques pescados por su padre el día anterior, unas cuantas manzanas y algo de leche de cabra. La jovencita cogió una manzana para sacarle brillo con la manga, desaparecido por el arco de madera que llevaba a un pequeño comedor de rústica decoración bastante humilde.
Sin prisas, todas las mañanas la rutina era parecida. Para Arlen era casi una novedad poder disfrutar de sus hijos y su esposo. Desde hacía dieciséis años su vida había sido completada por la pequeña pelirroja que un día Jacob trajo envuelta en mantas con la marca del reino de Eoth. Aquella noche Alex había estado muy enfermo por las fiebres del este, cuando vio a la pequeña pareció recuperarse milagrosamente e iba de un lado a otro con la pequeña en brazos apenas pudiendo levantar el peso de aquel adorable bebé silencioso.
Nunca lloró ni habló demasiado, no se quejaba y era muy cariñosa en el ámbito familiar. No podría tener más hijos aunque siempre deseó tener una hija se vio frustrada cuando los médicos le dijeron que no podría engendrar más hijos. Cuando Jacob apareció aquella noche su corazón se desbordó de alegría, aunque no sabía que había hecho de raro pues la niña aunque era muy presumida hablaba la mayoría de veces en masculino…
Nunca debió permitir que su marido la llevase en el barco con ese atajo de deslenguados holgazanes. Pero él insistía en llevar a su princesita con él, y no podía negarle nada a aquellos ojos amables que la enamoraron cuando era una moza jovencita.
-¡Despierta bribón! –Escuchó gritar a la pequeña, seguidamente de un grito de su hermano. Arlen negó con la cabeza desde la cocina esbozando una sonrisa en su mofletudo rostro. La rutina de los últimos días era similar, sobretodo teniendo en cuenta que el barco tenía el mástil roto por la mitad y estaban reparándolo, un mes con su marido en casa todos los días le parecía de ensueño. Sobretodo por el endurecimiento de la ley los últimos meses, Jacob no sabía que ahora la piratería estaba penada de muerte. Suspiró sacando de la sartén los arenques, era hora de llamar a los componentes restantes de la familia.


Noa miró por la ventana de su habitación la yegua de su hermana, Kira. Estaba en el patio siendo ensillada, almohazada y ajustando las riendas para que su dueña abandonase el palacio en breve. Se pasó las manos entre su melena blanquecina echando hacía atrás aquel torrente de cabellos. Miró la daga sobre la mesita de noche, resopló haciéndose una trenza. ¿Y si su hermana no volvía?
Se mordió el labio inferior tomando la funda de la daga, sacándola curva y plateada para que viera el sol, su reflejo. Tomó decididamente la trenza con su mano izquierda y con la derecha cortó limpiamente, de un tirón su esplendida melena. Se sentó en la cama deshilachando la trenza, haciendo tres pulseras con ella.
Neko salía al patio vistiendo un ajustado corpiño de cuero que resaltaba sus grandes pechos y unos pantalones de anillas que dejaban vislumbrar sus bronceadas piernas, botas piratas y unos guantes negros como el resto de su atuendo. Noa tenía prohibido bajar, así que llamándola lanzó las pulseras al viento que meció para que su hermana recibiese. Se sonrieron unos instantes y Neko subió en su yegua que al veloz galope se dirigió a Eoth sin más equipaje que un macuto de cuero burdo pocamente trabajado.
El gran templo no estaba demasiado lejos de la entrada de la ciudad, todos esperaban su llegada con ferviente admiración pues nunca habían visto a la princesa en el gran templo. Los preparativos estaban listos desde hacía horas, cada columna había sido rodeada de flores que trepaban en una espiral ascendiendo por el mármol blanco hacía el inexistente tejado de la entrada. Las fuentes brotaban como cascadas intermitentes de cristalina agua cuya belleza acrecentaban los rayos dorados del sol al traspasarla.
El interior estaba rodeado por vaporosas cortinas color rojo, granate, gama de rojos básicamente. Finalmente el altar central tenía un atrio con el discurso de la ceremonia para que la princesa pasara a la sala contigua, con las doce estatuas de los guardianes. Una vez allí uno la elegiría. El incienso se preparó cuidadosamente y esparcieron pétalos de rosa haciendo un camino carmesí hasta el fuego etéreo. Un fuego flotante situado sobre una vasija de oro, el fuego era blanco… Lo era desde el nacimiento de Noa. Akama se reafirmaba una y otra vez en que era un presagio divino.
Neko entró siguiendo a regañadientes la ceremonia, pareciese que le mundo escaparía si tardaba demasiado aunque estaba emocionada, llena de curiosidad por saber cual sería su guardián. Las oraciones brotaron de sus labios con la misma serenidad que cuando era niña, con misma sincera reverencia a la diosa. Más, cuando terminó de orar fue conducida al fuego etéreo donde formuló los votos a la diosa. En realidad no eran votos, ni promesas, solo alabanzas y muestras respeto hacía la madre del universo. Finalmente entró en una sala redonda, en el círculo había estatuas con forma animal, otras con forma humana y algunas sencillamente amorfas. Se situó sobre la media luna grabada en el suelo de la sala y esperó.
-Hacia tiempo que no veía una de estas. –Comentó una estatua de un apuesto hombre moviéndose hacía la de una serpiente que también se movió asintiendo.- Pensé que iba a salirnos polvo a algunos.
-Una bruja elegida… Una futura reina. –Recitó un dragón marino contoneando su alargado cuerpo, cerró sus garras emitiendo un brillo azul verdoso y antes de que la princesa pudiera darse cuenta empuñaba unas curvadas espadas que asemejaban medias lunas.- Yo Leviatán te entrego mi destreza.
Un gato arañó su hombro desde su pedestal emitiendo un maullido alegre, Neko se palpó el hombro sintiéndolo ardiente. Su hombro izquierdo estaba tatuado, un ojo de gato en una luna creciente.
-Yo Belphegor te entrego el poder de revelar tu forma animal cuando desees. –Habló el gato, sus ojos fueron como los de Neko durante unos instantes pero se apagaron tan abruptamente que apenas pudo darse cuenta.
-Mi nombre es Nimis, soy la guardiana del tiempo. –Dijo una mujer, su piel de mármol rozó con sus duros y fríos dedos una de las mejillas de la heredera al trono. Estatua de mujer hermosa como ninguna de ojos resplandecientes de obsidiana y ropajes decorados con pedrería exquisita haciendo resaltar aquel guardián de los demás.- Puedo revelarte tres grandes verdades para ayudarte en tu camino, nunca miento pues hablo con la voz del tiempo y este jamás falsea por motú propio. Si te vez incapaz de formular las tres preguntas… -Sacó una bolsita de terciopelo y la depositó en las manos de Neko.
>>Vierte este polvo en agua caliente y repite mi nombre tres veces, solo durará tres veces. Dirígete hacía Banora, en el gran templo del dios sol hay tres guardianes que desean que vayáis tu y tú hermana. Ten cuidado en tu viaje pues en él te aguardan peligros y dichas.
¡Banora! Neko había pensado en guardarse esa ciudad para el final aunque las estatuas habían dejado de moverse. Miró a su alrededor suspirando, miró a suelo encontrando un anillo en forma de serpiente que se puso sin demasiada reticencia. Un anillo en plata de una serpiente retorcida en torno a su dedo corazón derecho, el detalle de los ojos hechos de diminutas esmeraldas fue un gran punto a favor de aquella extraña joya. Ahora solo debía salir, así que caminó con paso decidido hacía Kira quien esperaba con tanta impaciencia como ella su salida. Acarició la negra crin de la yegua buscando donde colocar sus nuevas armas.
-Parece que no solo mis sueños me guían a Banora, también las voluntades de otras esferas. –Comentó para si misma colocando los Leviatanes bajo el macuto.- El destino resulta inquietante pero da la casualidad de que yo soy dueña del mío.
¿Qué había allí que tanto la llamaba?


Brisa, soplaba húmeda meciendo sus cabellos azules. Maná observó el cielo con una sonrisa dibujada en sus labios pintados de carmín azul oscuro intenso. La heredera había partido, y el viento le decía que se dirigía a Banora tal y como Nimis predijo. Miró su mano prieta e hizo ademán de abrir la palma de la mano en donde se hallaba el sagrado sello de Shaskhmet tan solo merecido para unos pocos escogidos cada centuria.
Maná fue la primera escogida que se conoció jamás, un secreto perfectamente guardado pues no era persona arrogante y amaba los secretos que daban misterio añadido a la rutinaria vida que llevaba desde hacía muchos años. Trescientos noventa y siete años contaba ya aunque su apariencia se mantenía congelada desde su juventud, tan solo un pequeño precio pagaba a los dioses para mantenerse con vida. Cada luna de sangre se alimentaba, se nutría, se revitalizaba con sangre, pues era el lapso de caza permitido por la diosa en el cual exigía vida a cambio de prolongar la suya. Un completo ciclo lunar para cazar cuanto desease.
Al usar generalmente guantes, anillos y adornos para las manos que cubriesen el estigma de la diosa, nadie conocía su pequeño secreto. Akama quizá sospechaba pues mientras ella se marchitaba día a día, ella permanecía como agua estancada.
Pequeñas virtudes que sin duda la habían ayudado en su constante aprendizaje, siempre permaneciendo en el estrecho círculo de la corona del reino de Shin, siempre manteniéndose cerca de su capital Eoth. Únicas desventajas eran los símbolos solares del dios Bhaana, como sus sacerdotes y templos que no podía pisar pues ponía en riesgo su inmortalidad otorgada por la diosa. Sol y luna enfrentados desde el principio de los tiempos.
Yudrësul se acercó tímidamente, el joven rey siempre había tenido una actitud tranquila a la vez que ciertamente reservada. El hecho de ser el menor de doce hijos del Rey de Durim Vanashta y por lo tanto el más insignificante según las leyes, le había mellado en el carácter. Miró a Maná con cierto deseo de entablar conversación pero dudaba en iniciarla.
-Noa…
-La reina me “sugirió” que no aflorase el tema, Yudrësul. –Intervino Maná tranquilamente colocando ambas manos sobre su regazo ocultando las palmas.
-No importa, deseo hablar de ello. –El rey tomó asiento junto a la consejera para observar el plácido lago frente a ellos. Los nenúfares se hallaban abiertos y las ranas croaban pero al comenzar la conversación se dio por acabado el croar.- No se parece a ninguno, parece más hija de Neko que nuestra. Su piel, sus ojos… Su aversión por el culto y las tradiciones relacionadas con la diosa.
-¿Y tú no sientes aversión por ella? –Una chispa de interés avivó aquellos ojos azules.- digo, que alguien de tu procedencia adora a Idrënth, el dios de la tierra…
-Cuando contraje matrimonio con Akama, acepté con ello el cambio cultural. Acepté a Shaskhmet, sus leyendas y su culto. Y, permite que te diga que no por rezar a un dios no puedes rezarle a otro, ya que siendo los dioses hijos de Shaskhmet deberíamos todos darle las gracias por todo.
-No te pongas emocional, no viene al caso. –Maná volvía a lucir aburrida mirando el cielo, parecía tan joven…- Pero… Noa no pertenece a estas tierras, por ello aunque se halla criado bajo los conceptos de la ideología de este reino referente a todo aquello que nos rodea. No sé de donde procede exactamente solo sé que es algo que repele nuestra cultura. Podría ser señal divina, podría ser azar del destino o que la reina te hubiese engañado, pero sé que eso jamás ocurriría pues profesa hacia ti un amor tan profundo como sincero.
-Me dejas más confuso de lo que vine… -Fueron las palabras de Yudrësul masajeándose las sienes con una mueca. Se sentía bastante más impotente que cuando llegó a ella en busca de consejo pues Maná era famosa no solo por su juicio, sino por ser una erudita y sabia mujer.
-Tú la has criado, por lo tanto es tu hija. ¿Dónde ves el drama?
-No me trata como a un padre, me trata como un lacayo más. –Confesó él.- No confía en mi, no me permite que la abrace, no puedo quererla como a una hija si cuanto más me intento acercar a ella, más se aleja.
-Imponte. –Fue la única respuesta.- No te considera un hombre por tu carácter tranquilo y amable. Nunca te ha visto como un ser dominante.
-No soy dominante… Bueno… Ya me entiendes.
-Supongo que Akama lo sabrá mejor que yo. –Maná sonrió levantándose, echó a andar tranquilamente hacía su espacio de soledad y reflexión. Su pequeño refugio. Lugar donde la magia cobraba vida una vez más, enfrascando emociones, sensaciones, sueños… Allí era donde llevaba a cavo el uso de sus conocimientos, las ceremonias propias de un ser elegido como era ella. ¿Quizá era momento de echar mano de artes que creía olvidadas? Cada día se sentía más sola, menos viva y cada vez sentía deseos más intensos de acabar con aquella eternidad de tedio. Se suponía que la elegida de es generación debía haber nacido, de hecho las estrellas le dijeron que Noa era la elegida pero no había en su cuerpo marca alguna. Neko era mestiza y por lo tanto la diosa no la elegiría aunque lo más normal era en los primogénitos. Noa… De nuevo ella, la que guardaba apariencia mestiza como su hermana.
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Mensaje por Skandar Miér 17 Jun 2009, 19:18

Lo primero, ¿en qué época se ambienta? Es decir, más que la época la situación, porque nombres como Alex o Eric no me pegan con otros como Neko.

En este capítulo he podido ver varios errores ortográficos, serí bueno que revisases el texto antes de publicar, o echases mano de un beta-reader.

-No me trata como a un padre, me trata como un lacayo más. –Confesó él.- No confía en mi, no me permite que la abrace, no puedo quererla como a una hija si cuanto más me intento acercar a ella, más se aleja.

Aquí, por ejemplo, es abraze. Respecto a la actitud de su hija, la verdad no la veo acertada. Se supone que es su padre. Una razón muy buena ha tenido que haber para que no le hable, como no prestarle atención durante su infancia. Cierto que estará más apegada a su madre, pero que lo esté a su padre también es importante.
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Mensaje por Yami_megami Jue 18 Jun 2009, 19:47

en cuanto a periodo, es un mundo original y no sabría bien como ubicar el "momento" en el que se encuentran... Noa no está apegada a la figura masculina, de hecho no respeta a ninguno de sus padres y a quienes únicamente preta atención son Maná y su hermana quien al no querer a Yudrësul como padre -puesto que no lo es realmente- imita demasiado a su hermana mayor.
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Mensaje por Skandar Jue 18 Jun 2009, 19:59

En cuanto a la época, si aceptas consejos y recomendaciones, lo veo así, como un mundo al estilo medieval pero futurista y de otro planeta. Me explico, una especie de mezcla entre lo viejo y lo nuevo, y por supuesto de otro lugar, ya sea mundo, planeta o raza.

Nombres como Noa o Yudrësul no se me asemejan a nombres que existan ahora mismo. Noa quizás, pero ¿Yudrësul? Es por eso que me hacen pensar en otro mundo distinto al nuestro. Lo digo porque sería bueno que explicases un poco el mundo en el que los protagonistas se encuentran, narrar los lugares, pues siempre es un recurso al escribir, y así ayudas al lector a que se haga una idea de dónde está, para así ubicarse y entender mejor la historia, de lo contrario tendrá que imaginársela según sus criterios, como yo he hecho.

Es un poco como en Harry Potter. Rowling en todo momento nos describía los lugares, como el Gran Comedor, que nos decía que era amplio, con velas flotando, con sus cuatro mesas y su techo al descubierto producto de un hechizo. Así el lector se hacía una idea de donde estaba, en vez de pensar ''¿cómo será el lugar en el que estará Harry?'' naturalmente pensará en un lugar amplio, pero a lo mejor no piensa en suelo de piedra sino de madera ¿entiendes a lo que me refiero?
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Mensaje por Megera Jue 18 Jun 2009, 22:58

Desde el principio de la historia hay situaciones que se me han hecho extrañas. Como ejemplo menciono el origen de Noa. Entiendo que ninguna persona tenga permiso de presenciar el nacimiento de algún heredero y de ver a la reina en tales circunstancias, pero ¿cómo puede encontrarse sola durante el parto? Todo da a entender que la mujer dio a luz, se desmayó y la niña se quedó ahí, como si nada. Luego llega una sacerdotisa para cambiar a su hija por la recién nacida, y tampoco es un hecho que me parezca creíble. ¿No había una sola persona que se encargara de velar por la seguridad de la reina Akama ni dentro ni fuera del templo? Me refiero a alguien cercano a esta mujer, como su esposo o Maná.

Tampoco comprendo por qué nadie notó que la sacerdotiza de aquel templo había quedado embarazada. Esa parte de la historia no está bien explicada.

Al ser éste un mundo totalmente distinto al nuestro (con dioses y costumbres desconocidos, hechos sobrenaturales), tienes que explicarlo todo sin dejar cabos sueltos por ningún lado. ¿Qué clase de viaje se encontraba experimentando Neko y en qué consistía? ¿Qué tradición era esa, a qué se debía? Si no aclaras la naturaleza de los personajes y las características de ese mundo ficticio, van a seguir surgiendo dudas y varios sucesos se entenderán como incoherencias, aunque no lo sean. No puedes situar hechos que son efectos de otros que aún no se han detallado. No es conveniente dejar el trabajo narrativo de esta clase de historia a la mitad, pues toda la tarea realizada (elaboración de la trama, en general) se echa a perder sin aprecierse su real contenido.

En muchas obras, el narrador suele especificar lo expuesto en capítulos anteriores a medida que avanza la historia, pero siempre hay un orden que permite a los lectores no desubicarse con el escrito. No es cuestión de soltar la información cuando se nos ocurra, sino cuando se requiera. Lo que hiciste con Maná me parece bien: la mostraste como una mujer misteriosa y extrañamente joven, y luego revelaste parte de la razón que ésta guardaba en secreto.


Una corrección:

Skandar escribió:
-No me trata como a un padre, me trata como un lacayo más. –Confesó él.- No confía en mi, no me permite que la abrace, no puedo quererla como a una hija si cuanto más me intento acercar a ella, más se aleja.
Aquí, por ejemplo, es abraze.

No, es abrace. Las vocales e, i no pueden ir a continuación de la letra z.

Agrego que el uso de los guiones está errado, ya que en los diálogos se utiliza la raya (—). Además, el punto que cierra las frases de los personajes no se coloca antes de éstas.

-No me trata como a un padre, me trata como un lacayo más. –Confesó él.- No confía en mi, no me permite que la abrace, no puedo quererla como a una hija si cuanto más me intento acercar a ella, más se aleja.
-Imponte. –Fue la única respuesta.- No te considera un hombre por tu carácter tranquilo y amable. Nunca te ha visto como un ser dominante.
-No soy dominante… Bueno… Ya me entiendes.

—No me trata como a un padre, me trata como un lacayo más —confesó él—. No confía en mí, no me permite que la abrace, no puedo quererla como a una hija si cuanto más intento acercarme a ella, más se aleja.

—Imponte —fue la única respuesta—. No te considera un hombre por tu carácter tranquilo y amable. Nunca te ha visto como un ser dominante.
—No soy dominante… Bueno, ya me entiendes.


Spoiler:

Saludos.

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Mensaje por Yami_megami Jue 18 Jun 2009, 23:37

No lo tengo publicado realmente, más bien era una obra con la que pasaba el rato con una amiga, de aquí el hecho de que algunas parte parezcan incoherentes puesto que las modifiqué según el criterio de mi amiga.
Por lo general doy explicaciones extremadamente detallistas de todo: Rasgos, peinado, cuerpo, vestimenta, lugares...
Realmente os doy las gracias por las correciones y sin lugar a duda las aplicaré al escrito.
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Mensaje por Megera Vie 19 Jun 2009, 17:54

No lo tengo publicado realmente, más bien era una obra con la que pasaba el rato con una amiga, de aquí el hecho de que algunas parte parezcan incoherentes puesto que las modifiqué según el criterio de mi amiga.

La razón por la cual dije que algunas cosas parecían incoherentes es la narración. Como mencioné, al ser un universo ajeno al nuestro, hay varios aspectos que deberías detallar, como los que mencioné en mi anterior post.

Por lo general doy explicaciones extremadamente detallistas de todo: Rasgos, peinado, cuerpo, vestimenta, lugares...

Lo noté, pero el peinado de un personaje no es lo que ambienta la historia Smile. Cuando esta información es importante está bien que la pongas; por ejemplo, si la ropa nos habla de su personalidad, de su condición económica y/o social). Sino, no es necesario. Eso sí, cuidado con las descripciones Suescas.

Saludos.

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